ENMASCARADA: AMORES Y VENGANZAS (CAPÍTULO 3)



Valeria volvió a bajar al jardín. Paseó tranquila con el aire acariciando su piel. Pronto ese aire se volvió un viento arrollador. Corrió para volver dentro del palacio pero, ante sus ojos, se levantó un laberinto de la nada. Corrió de un lado a otro, sin encontrar la salida. En un claro de éste se encontró con Sandro Lo Greco y su penetrante y oscura mirada. “Valeria”… susurró. “Valeria”… Ella corrió y corrió sintiendo la mirada de Sandro en la nuca. La abrasaba. “VALERIA” escuchó en su cabeza. “¡Déjame en paz!” – chilló. Cerró los ojos con fuerza y al abrirlos solo vio… verde.


De pronto, se despertó de nuevo, sobresaltada. No entendía aquellas pesadillas. Esta vez aún era de noche. Volvió a tumbarse en la cama y abrazó fuerte la almohada. Los ojos verdes volvieron a aparecer en su cabeza y un escalofrío la recorrió. Con su imagen en la mente volvió a dormir y cayó en un sueño profundo.

El día siguiente fue más intenso que los dos anteriores. Era la noche de la luz. La fiesta se trasladaba del palacio a las calles de la ciudad, que se iluminaban con antorchas. Se preparaba un recorrido a través del cual desfilaban mujeres y hombres enmascarados del mundo de la actuación. 

Al atardecer, los nobles llegaban al palacio, donde comían varios aperitivos. Al sonar las once de la noche, salían y comenzaban a callejear, observando las diversas exhibiciones. El circuito finalizaba en la plaza de San Marcos. Allí, había hombres enmascarados que bailaban con fuego. Hacían malabares con las antorchas, escupían llamaradas y danzaban con las llamas, que dejaban estelas de luz. 

Después, repartían una antorcha a cada persona y un obispo recitaba unas oraciones, pidiendo que ese año fuese próspero para la ciudad. Acto seguido, una de las cantantes más admiradas de Italia, cantaba unas canciones, a la luz de la luna y las antorchas.Era la noche favorita de Valeria. Bianca y ella disfrutaban mucho con el espectáculo.

Pero aquel día no se pareció a ninguna otra noche de la luz. Comenzó a llover nada más terminar el repertorio de canciones. Las antorchas se fueron apagando poco a poco. La gente comenzó a correr buscando un lugar donde resguardarse de la lluvia. Una gran tormenta cubrió la ciudad liberando una gran tempestad. Valeria y Bianca corrieron hasta cubrirse bajo un tejadillo. Aquello les resultaba algo caótico, pero divertido a la vez. 

Ambas amigas reían con fuerza. Observaban a todas las mujeres gritando y maldiciendo porque la lluvia estropeaba sus maquillajes y peinados. Los hombres, por su parte, intentaban tranquilizarlas. Valeria alzó la vista y se cruzó con aquellos ojos verdes, iluminados aún por la antorcha. El corazón le dio un vuelco.

Comenzaron a caer rayos y truenos. Enseguida se dio la orden de volver a los palacios o a las casas correspondientes. Aquello sí comenzó a ser un auténtico caos. Una de las doncellas de Valeria llegó corriendo hacia ellas y se dispuso a llevarlas de vuelta al palacio. Corrieron las tres agarradas de las manos frente a aquel temporal y muchedumbre. Sin embargo, Valeria tropezó y sin querer se soltó de la mano de Bianca. Ésta comenzó a gritar su nombre, pero Valeria no alcanzaba a verla entre tanto alboroto.

Entonces, notó que algo le levantaba del suelo. Era él. Sus ojos verdes inconfundibles tras esa máscara de color negro. La agarró de la mano y tiró de ella. Corrieron dirigiéndose al palacio de nuevo. Pronto, la lluvia comenzaría a cesar, pero hasta entonces se resguardaron bajo el puente de Rialto. 

-Creo que tengo que darte de nuevo las gracias – dijo Valeria.
-No hay de qué – contestó él con una sonrisa.
Y se volvió a hacer el silencio. Valeria se sentía muy incómoda en esa situación. No encontraba temas de conversación que pudiesen servirle…

- ¿Puedo preguntarte tu nombre? – le dijo el chico, mirándola a los ojos. Valeria se quedó perpleja – Lo siento, quiero decir, no conozco a toda la nobleza.
-Claro, sí. Me llamo Valeria Moretti.
-Oh, una Moretti… - sonrió – Yo me llamo Enzo. Enzo Coppola. 
-Encantada – dijo Valeria, inclinando la cabeza. Enzo comenzó a reír ante ese gesto.
-Lo siento, pero dadas las circunstancias creo que los formalismos sobran, ¿no crees?
-Sí, claro… perdona.- añadió, algo avergonzada.

-Parece que está dejando de llover…

1 comentario

  1. OJOJOJOJOJO
    Y esta es toda mi aportación.
    Siguiéndote desde la sombra y esperando por una nueva entrega, tu VIP acosadora ;)

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